La pornografía y la prostitución son dos fenómenos que actúan como pilares del patriarcado. Mientras la primera se presenta como ficción accesible y gratuita, la segunda sigue siendo el “elefante en la habitación”: una forma de violencia extrema que permanece invisibilizada en las narrativas sociales. Esta es una de las conclusiones principales del informe realizado por EMARGI, que analiza cómo los jóvenes de Bizkaia perciben y se relacionan con estas prácticas, y qué impacto tienen en su desarrollo afectivo y sexual.
Basado en encuestas a 228 jóvenes de entre 12 y 18 años, el informe revela datos alarmantes sobre la falta de educación sexual, el consumo generalizado de pornografía y la persistente romantización de la prostitución.
El vacío de la educación sexual: cuando la pornografía ocupa el espacio
Uno de los datos más preocupantes del informe es que el 16,2% de los jóvenes no ha recibido ningún tipo de educación sexual. Para quienes sí la han recibido, la mayoría señala la secundaria como el único espacio formativo, con escasas referencias a conversaciones en casa o en etapas educativas anteriores. Este vacío es ocupado por contenidos que perpetúan mitos y distorsiones: el 15,7% de los chicos y el 6,2% de las chicas reconocen haber recurrido a la pornografía como fuente principal de información sobre sexualidad.
“La pornografía no solo enseña un modelo de relaciones basado en la subordinación de las mujeres, sino que también actúa como una escuela de violencia. Cuando accedes a estos contenidos antes de los 10 años, como muchos chicos de la muestra, ya has interiorizado dinámicas de poder y cosificación que son difíciles de desmontar”, explica Nerea Novo, Directora de Investigación y Proyectos de EMARGI.
Más violencia en la pornografía que en la prostitución: el sesgo de la invisibilización
El informe revela una desconexión alarmante en las percepciones de la juventud sobre la violencia. Mientras el 41% de las chicas identifica mucha violencia en la prostitución, solo el 22% de los chicos comparte esta visión. En contraste, la mayoría asocia la pornografía con algún grado de violencia, aunque esta percepción varía entre géneros.
“La diferencia radica en que hemos empezado a hablar sobre el impacto del porno, pero seguimos sin cuestionar colectivamente la prostitución. Nadie menciona que la prostitución es pornografía sin cámaras, y eso perpetúa la idea de que es una transacción legítima, cuando en realidad es una de las formas más brutales de explotación sexual”, señala Novo.
Además, el informe evidencia que quienes no consumen pornografía tienen una postura más crítica hacia la prostitución. Sin embargo, las narrativas mediáticas y sociales siguen promoviendo mitos de consentimiento y libre elección que diluyen la comprensión de esta práctica como violencia estructural.
La pornificación de la sociedad y el proxenetismo 2.0
Las redes sociales y plataformas como OnlyFans también desempeñan un papel clave en la normalización de estas dinámicas. Presentadas como herramientas de empoderamiento, refuerzan la idea de que la explotación sexual puede ser aspiracional.
“El proxenetismo 2.0 es el marketing patriarcal en su máxima expresión. Convierte la explotación en un producto deseable, disfrazándola de elección libre y vendiéndola como una oportunidad económica. Pero, como vemos en los datos, quienes se benefician de estas plataformas son siempre los mismos: hombres que lucran con los cuerpos de las mujeres”, denuncia Novo.
¿Qué pasos debemos dar?
El informe concluye con tres líneas de acción imprescindibles:
- Educación afectivo-sexual integral: Incorporar programas educativos que no solo aborden el consentimiento y las relaciones saludables, sino que también cuestionen los mensajes de la pornografía y expongan la prostitución como una forma de violencia.
- Regulación de plataformas de explotación: Establecer normativas claras que limiten el acceso a contenidos pornográficos y regulen las plataformas que lucran con la explotación sexual.
- Cambio cultural: Romper con las narrativas que romantizan la prostitución y normalizan la pornografía, visibilizando su conexión y su impacto en la perpetuación de la desigualdad de género.
Un llamado a la acción
“La pornografía y la prostitución no son problemas aislados; son dos caras de la misma violencia que afecta a millones de personas, pero especialmente a las mujeres y las niñas. Como sociedad, tenemos que tomar decisiones valientes para desmantelar estos sistemas de opresión y proteger a las nuevas generaciones de un futuro marcado por la desigualdad y la explotación”, concluye Novo.
Este informe es un llamado a la reflexión y, sobre todo, a la acción. Desde EMARGI, el compromiso es claro: seguir investigando, educando y luchando para que la dignidad y la igualdad sean valores innegociables.
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