«Las mujeres delinquimos mucho menos que los hombres, pero lo hacemos aún menos cuando se trata de delitos sexuales»

Conocer para prevenir, entender para erradicar y analizar para solucionar. Para todo eso sirven los datos y estadísticas sobre violencia sexual: con el objetivo de acabar con ella, su análisis es fundamental para crear políticas públicas efectivas. En esta nueva entrega, entrevistamos a nuestra compañera periodista y activista feminista, Nerea Novo, especializada en el análisis de datos con perspectiva feminista, para abordar la cuestión de la violencia sexual. 

Antes de empezar a hablar de los datos sobre violencia sexual, me gustaría que te presentaras un poco y nos contaras cómo has llegado a dedicarte a lo que te dedicas. 

Aunque empecé mi carrera en el periodismo, siempre he trabajado en organizaciones feministas, donde descubrí mi pasión por el análisis de datos y su poder para dar visibilidad a problemáticas como la violencia sexual. De hecho, cada vez me he ido especializando más en esta cuestión y, por desgracia, creo que es algo que va tenerme ocupada muchos años más. Mi trabajo consiste en traducir esos números fríos y muchas veces abstractos en realidades palpables, para que se conviertan en herramientas que realmente puedan generar cambios sociales. Llevo años elaborando informes, investigaciones y reportajes, y una de las cosas que más me motiva es hacer accesible y comprensible toda esa información que a veces parece tan lejana.

¿Recuerdas algún dato o informe que te impactara en su momento y que lo haga aún a día de hoy? 

Recuerdo un informe de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2014 que he utilizado mucho por ser uno de los más completos a nivel europeo. Decía que el 11% de las mujeres en la UE habían sido víctimas de violencia sexual, y si incluimos la violencia física, ese porcentaje subía a un 33%. Básicamente, una de cada tres mujeres. Este dato no solo me impactó por su magnitud, sino porque, a día de hoy, sigue estando vigente. Lo vemos una y otra vez en estudios más recientes, pero la cifra sigue siendo escalofriante y evidencia la falta de avances estructurales para combatir la violencia. Me impacta cómo, tras tanto tiempo, seguimos en una situación tan grave.

A veces utilizamos datos sin saber a qué corresponden exactamente, ¿cómo explicarías la importancia de conceptualizar bien y analizar la metodología para valorar los datos que tenemos delante? 

La conceptualización es clave porque los datos, por sí solos, no nos dicen nada si no entendemos bien a qué se refieren y cómo fueron obtenidos. A veces, una cifra puede parecer alarmante o tranquilizadora, pero si no sabemos qué metodologías se usaron para obtenerla, podemos malinterpretarla. Por ejemplo, cuando hablamos de «violencia sexual», es crucial saber qué incluye esa categoría: ¿se limita a lo que oficialmente se reconoce como violencia sexual, o incluye también otras formas de agresión? Entender esto cambia totalmente la lectura de los datos. Además, la metodología también importa: ¿se ha hecho una encuesta representativa? ¿Se ha preguntado a mujeres en situaciones de vulnerabilidad? Son detalles que determinan si los datos que manejamos son realmente útiles o están distorsionados.

¿Cómo pueden los datos que recopilamos influir en la creación de políticas públicas más efectivas para combatir la violencia sexual?

Los datos bien utilizados son la base de políticas públicas efectivas. Nos permiten identificar dónde están los problemas, qué poblaciones están más en riesgo, y cómo ha evolucionado el problema con el tiempo. Por ejemplo, si vemos un aumento en la violencia sexual entre jóvenes, podemos impulsar campañas educativas en colegios y universidades, o si notamos que hay un alto porcentaje de casos no denunciados, podemos enfocarnos en mejorar los sistemas de apoyo y la confianza en las entidades y la administración de justicia. Pero para que esto funcione, los datos deben estar bien interpretados y contextualizados.

Has mencionado la importancia de conceptualizar bien los datos. ¿Qué errores comunes ves en la forma en que las políticas públicas abordan estos temas?

Lo principal es que si no conocemos un fenómeno, no podemos prevenirlo o erradicarlo y es para eso para lo que sirven los datos: nos guían para deshacernos de nuestras percepciones personales e ideas preconcebidas. Un error común es basarse en datos incompletos o mal interpretados. Muchas políticas públicas de todo el mundo tienden a centrarse solo en las formas más visibles de violencia, como las violaciones, sin atender a toda esa violencia más sutil que está en la base de la pirámide, como el acoso o la violencia psicológica. Si no se abordan estas formas más «invisibles», nunca podremos erradicar las más graves. Otro error es ignorar el sesgo en la denuncia. Como mencionaba antes, solo una pequeña parte de los casos de violencia sexual se denuncian, el 5%, para ser más concretas, y muchas veces las políticas se basan solo en esos datos oficiales, dejando fuera a la gran mayoría de las víctimas.

¿Qué herramientas básicas recomiendas para entender mejor los datos de violencia sexual? 

Hay dos diagramas básicos que son muy útiles para explicar la violencia contra las mujeres: uno es el iceberg o pirámide que nos muestra las formas más ocultas y normalizadas de violencia en la parte inferior y va aumentando en gravedad hasta llegar al feminicidio, en la punta de esa imagen. Con esto podemos entender que esta violencia extrema no surge del vacío y que, si no atajamos los tipos de violencia más normalizados de la base, será imposible erradicar la violencia extrema de la cúspide. El otro sería una diana, en la que la violencia real es la parte exterior y según se va acercando al centro vamos viendo cómo de toda esa violencia hay una parte muy pequeña que es la condenada: la mayoría (tanto de la violencia como de los agresores) queda en la absoluta impunidad. 

¿Qué indicadores suelen ser los más manipulados o malinterpretados cuando se habla de violencia sexual en los medios o en las redes?

Más que manipulado o malinterpretado, el dato que se oculta con más frecuencia y que es la clave de todo, es el porcentaje de autores masculinos de la violencia. Yo siempre explico que los hombres son la mayoría de las víctimas de homicidio a nivel mundial, suponen más de un 60%. Y si nos quedamos en este dato podríamos tener una lectura muy distinta a la que tenemos cuando vemos el otro dato fundamental: y es que el 90% de los homicidios a nivel global los perpetran los hombres. Son ellos los que se matan entre sí y nos matan a las mujeres, además de hacerlo desproporcionadamente porque nosotras cometemos solo el 10% pero somos las víctimas en un 30-40% de los homicidios. De ahí que hablemos de la violencia patriarcal, con ese origen tan claro, independientemente de quién sea la víctima. Pero es que en los delitos contra la libertad sexual, el porcentaje es aún más alto: ellos perpetran el 96% de las agresiones, abusos, etc. Ese dato, que motiva la lucha feminista contra la violencia patriarcal, es el que más se ignora o invisibiliza cuando hablamos de estas cuestiones. Es increíble, teniendo en cuenta que es un dato tan contundente: porque la realidad es que las mujeres delinquimos mucho menos que los hombres, pero lo hacemos aún menos cuando se trata de delitos sexuales. 

En el podcast mencionaste cómo algunas figuras públicas utilizan estadísticas manipuladas. ¿Qué impacto tiene esto en la percepción pública de la violencia sexual, especialmente en la juventud?

El impacto es devastador porque normaliza ideas violentas e irreconciliables con la defensa de los Derechos Humanos y crea una narrativa distorsionada de la realidad. Todo con la excusa de la libertad de expresión. Los jóvenes están expuestos a influencers o figuras públicas que presentan estadísticas manipuladas para minimizar o justificar la violencia sexual, lo que puede hacer que muchas víctimas duden de sus propias experiencias o sientan que exageran. De hecho, en nuestras investigaciones ya hemos visto que hay más de un 10% de chicas que no sabrían decir si han sido o no víctimas de violencia sexual alguna vez en su vida. Esto es gravísimo. Además, contribuye a la perpetuación de estereotipos de género y refuerza la impunidad al trivializar el problema y dar herramientas a los agresores para seguir maltratando y hacer luz de gas a sus víctimas. Es fundamental que eduquemos a las nuevas generaciones para que aprendan a cuestionar y a leer críticamente estos discursos. Y a las familias y al profesorado tenemos que darles las herramientas necesarias para poder hacer su trabajo como educadores y referentes clave en la vida de estos jóvenes.

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